A day in the sea, far away from home a little island is in the horizon.

Land to discover. Place with a small number of habitants but who is waiting for new visitors every day.

Breathe the clean air in the beach, see the blue sky over you head, walk slowly to the lighthouse, and there, take a book in the library and enjoy the moment of calm near the sea.

A beautiful sunset when the day is over is the best gift for the traveler, Alba Island is now in you for ever.

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A procura dun lugar refuxio onde soñar, desconectar… albiscamos unha illa branca e refulxente como a aurora. É a nosa Illa Alba, hai outras illas, algunha do mesmo nome, todas elas custodian segredos e artellan historias.

Lugar encantado que agarda despois de longa travesía. Percorremos ducias de millas imaxinarias antes de chegar, as rachas de forte vento fixéronnos varar na praia. As ondas seguían chegando a area, moldeando os nosos corpos para fundilos e convertelos nun elemento máis.

Bancos de néboa cubrían a superficie. O faro presidía dende o cumio a escea proxectando a súa brilante luz. A súa presenza espertou en nós a curiosidade e a necesidade de calor. Camiñamos cara a construción milenaria que guiaba os nosos pasos para ofrecernos o que imos compartir.

Aquí facemos mención de algúns dos libros que alí foron deixando os seus habitantes, de variada procedencia. Tamén o escrito polas persoas que moraron ou pasaron pola illa para logo seguir outro rumbo. Se chega algunha botella ou pomba con mensaxe nós arquivámolo na biblioteca da Illa dos Sentimentos, Alba.

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Las flores perdidas.


Si me hubiesen preguntado, habría asegurado que la realidad solo tiene lugar dentro de una variable penumbra, en una escala de tonos grises donde la tenue claridad es  ruido y la oscuridad lamentos. Las sombras que interrumpen el resplandor bajo la puerta en el fondo de la sala solo permiten atisbar instantes de frenesí enmarcados en inmensos períodos de ausencias. Aunque, desde el asiento  del autobús en el que ahora viajo mis ojos son heridos por la claridad y el color de una realidad diferente.

Si tuviera que atestiguarlo, afirmaría que el sonido se compone casi exclusivamente de llantos entre los que median escasos y agónicos silencios, aunque mis oídos parecen querer mostrarme en este momento otras cosas bien distintas, de las cuales no tenía noticia.

Si en ello me fuese la vida, y así es normalmente, contaría que el hambre es más común y cotidiana de lo deseado y que siempre es preciso ser rauda en el reparto, o verse condenada sino a un forzado ayuno, y aún así, el bol de arroz estaba hace apenas nada  inusualmente lleno y a mi entera disposición.

Si no lo sintiese en mis muñecas y en todo mi cuerpo, pensaría que existe un justo propósito en los castigos y un fin loable en mi encadenamiento a la cama, sin embargo esta mañana he notado, pienso que por primera vez en mucho tiempo, la refrescante sensación del agua en mi piel y el tacto de ropas gastadas aunque limpias sobre mi cuerpo.

Si supiera que los sueños son algo más que una sucesión de pesadillas y temores, disfrutaría de este recorrido en un destartalado vehículo desde un pequeño poblado en las montañas hasta lo que aseguran que es la ciudad.

Si se me hubiese informado, sabría que las personas no surgen en los brazos de la señora Lee, viviendo como animales enjaulados en cubículos inmundos y desapareciendo a muy corta edad sin saber muy bien ni como ni con que destino.

El fin de la ruta es un lugar inmenso y agobiante, plagado de gente que camina con prisa en todas direcciones, humo, bullicio, indiferencia.... quizá sea este el lugar al que vienen todas las compañeras que me precedieron en la partida, aunque no descubro ningún rostro familiar y eso me asusta un poco.
Sin darme cuenta hemos caminado y ahora nos encontramos frente a una pareja, los miro y me miran, en sus ojos se adivinan incontenibles  lágrimas que parecen querer liberarse, y no lo entiendo, pues lo cierto es que no parecen tristes. Ella se acerca y  extiende sus brazos  rodeándome con ellos y levantándome en vilo. Es una sensación nueva y extrañamente agradable.

En mis manos observo que la señora Lee ha depositado un papel con una imagen que parece ser mía y muchos curiosos caracteres que graciosamente se alinean, luego se ha despedido para tomar de nuevo el transporte de vuelta a ese mundo que hasta este momento era el mío.

Si  me hubieran enseñado a leer, podría enterarme de que tengo seis años y de que a partir de ahora voy a ser feliz y a significar algo  para alguien. 

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